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"Soy una tonta por quererte", un amor truculento y travesti

Camila Sosa Villada, reconocida por su libro "Las malas", volvió para impactar a sus lectores con este título marcado por la violencia, pero también por un amor problemático y desnudo. ¿Autobiografía o fantasía? Probablemente, una mezcla de las dos.

Soy una tonta por quererte es un libro de cuentos editado por Tusquets Editores, de 216 páginas y publicado en el año 2022. Leer a Camila Sosa Villada es entregarse a la crudeza, lo turbio y la ternura, todas juntas y bien intensas. Esas son las sensaciones que despierta esta obra, con historias tan truculentas como adictivas.

Sosa Villada suele hacer hincapié en que es conocida como “la travesti que escribe”. ¿Cómo osa una travesti ser escritora? ¿A salir de la prostitución? Y, ojo, no es una escritora cualquiera; es una que ya ha vendido más de 200 mil ejemplares en todo el mundo y que publica éxito tras éxito. Todo lo que esta travesti cordobesa escribe, se vende. Así de simple.

La autora de Las malas (2019) volvió a la carga con este título marcado por la violencia, pero también por un amor problemático y desnudo. Como siempre, tras Sosa Villada está la incertidumbre de si lo que escribe es real o ficticio, si son vivencias en carne propia o puro producto de su imaginación.

Gracias, Difunta Correa es el primer relato, y tiene una curiosidad: está hecho desde la autobiografía. En él cuenta cómo sus padres, preocupados e impotentes porque su hija era puta, le hicieron una promesa a la Difunta, aunque ella nunca supo cuál era. Lo cierto es que, al cabo de un tiempo, ocurrió un milagro. Camila dejó atrás la prostitución, a la que, en una entrevista con IP noticias, califica como “un encierro”.

Esta historia es solo una de las varias que muestran el mundo desde el punto de vista travesti. Es un mundo sin tiempo para las formas, donde la urgencia se torna tangible y obliga a sobrevivir como se pueda. La noche no permitirá que amanezca, La casa de la compasión, Cotita de la Encarnación y Seis tetas exhiben esa mirada, coqueta, recelosa y corajuda que tienen las personajes.

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En La merienda la situación es otra. Todo comienza con la pregunta de una nieta a su abuela: “¿Por qué somos marrones?”. Las respuestas que recibe, una tras otra, como si llevara toda una vida esperando para darlas, son de lo más creativas:

“En el lugar donde hacen a las personas no les alcanzó la pintura para darnos ese color bien renegrido. Íbamos a ser negras, pero en la sección donde les dan ese color a las personas se les acabó la pintura. Hay muchas como nosotras en el mundo. Nos dieron menos manos. A la gente blanca ni siquiera la pintan, o tienen muy poquitas capas de pintura, por eso se lastiman tanto”, y prosigue a sumar argumentos que, está convencida, son ventajas de ser negras, como “te quedan mejor los colores” y “envejecemos mejor”.

La inocencia de la infancia se acaba una vez finalizada la merienda, y nos acerca nuevamente a un mundo que se doblega ante el poder y la imagen social. Mujer pantalla se regodea de ello y lo utiliza a su favor: una joven descubre el negocio de ser una "novia de alquiler" en el ambiente gay, para aquellos hombres que tuvieran la necesidad de disimular su orientación sexual frente a familias, socios de negocios, amistades y demás. Este es un relato de un nicho del mercado inexplorado e infinitas experiencias con la clase alta y sus desamores.

“La escritura para mí es algo que no puedo evitar hacer”, dijo en alguna entrevista Sosa Villada. Y de ese no poder frenar el impulso nace una literatura transgresora (y, claramente, no porque sea la intención de la autora) que en este libro esboza un amor ambiguo, lleno de dolor y maltrato.

Por eso la violencia intrafamiliar, la discriminación y otros tipos de abusos surcan la mayoría de estas historias. No te quedes mucho rato en el guadal, por ejemplo, narra escenas de un padre alcohólico y abusador, a cargo de dos niños. Por otra parte, Soy una tonta por quererte, está situada en el siglo XX e involucra a una figura famosa; Billie Holiday, artista de jazz que murió en 1959 con apenas 44 años, marcada por el abuso de sustancias y una vida caótica y repleta de violencias desde su más tierna niñez.

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Ava y María son dos travestis que se divierten en la noche visitando fumaderos, donde conocen a la cantante negra, que, de inmediato, las adopta como amigas: “Apenas nos conocimos se abrió de par en par como si fuéramos sus mejores amigas. Nos contó que a veces no podía levantarse de la cama de la tristeza por la separación de su marido Louis, que a costa de su trabajo tenía mansiones en California y coches convertibles, mientras que ella pedía prestado dinero a sus amigos para pagar su renta. No la dejaban cantar en Nueva York en los bares y clubes que la habían consagrado por una estúpida ley que prohibía actuar fuera de teatros a quienes hubieran estado presos más de un año. Ella había estado en la cárcel trescientos sesenta y seis días. Era inexplicable que la misma mujer de vestidos de reina viviera peor que nosotras, dos travestis latinas perdidas en Harlem”, dice un fragmento de la historia.

Este último es, quizá, el relato más complejo de todos debido a la época, las excentricidades de las personajes y sus vínculos, surcados por la ternura, la protección y la necesidad. El desenlace deja sumamente sensible a cualquiera que lo lea. Definitivamente, una joyita de esas que no abundan.



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