Sin dudas, la 48° edición de la Feria del Libro estuvo profundamente atravesada por una impronta política, donde la exigencia al Gobierno, que desfinancia y castiga al sector cultural, se hizo escuchar no sólo en la apertura, con el discurso preciso del presidente de la Fundación El Libro, Alejandro Vaccaro, sino también con la escritora Liliana Heker, reclamos que se hicieron escuchar dentro del predio por visitantes a la Feria, repudio a funcionarios, idas y vueltas en los caprichos del presidente Javier Milei y la presentación de uno de sus libros y, finalmente, en el cierre de la edición de este domingo, con un contundente mensaje del escritor Martín Kohan, que generó una fuerte tensión y la visible incomodidad del diputado del PRO y ex ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, quien apoya a raja tabla las medidas de la actual gestión. .
En el cierre de la edición de la Feria, la Fundación El Libro organizó un debate de ideas en el que participaron Kohan, la narradora Alejandra Laurencich, Lombardi y el ex vicepresidente del Banco Central, Lucas Llach, con la moderación de María O’Donnell.
En ese intercambio de ideas, Kohan, sentado a dos sillas de Lombardi, tomó el micrófono y fue contundente contra las políticas llevadas a cabo por Milei.
"Si se abre una batalla cultural, barra una disputa cultural, por ejemplo, a propósito del cine y del lugar del cine en las políticas culturales en la Argentina, estaríamos discutiendo cine; películas, estéticas, lineamientos", arrancó Kohan mientras miraba a un Lombardi incómodo y a lxs demás.
Y siguió: "¿Qué tipo de cine queremos? ¿Qué tipo de cine no? ¿Qué tipo de cine se quiere promover en Argentina? ¿Qué tipo de cine no se quiere promover y se pretende que tenga su propio desarrollo por fuera de alguna política de promoción? Esa discusión sería una discusión que podemos llamar disputa cultural, batalla cultural. Reventar el INCAA no es ninguna batalla cultural, es reventar el INCAA, es una arremetida contra la cultura. Ojalá hubiese una batalla cultural", cerró ante el aplauso del público y de Laurencich, mientras Lombardi, que tomaba agua y Llach, que sonreía incómodo, se llamaron al silencio.