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Publican la novela póstuma de Gabriel García Márquez, "Nos vemos en agosto"

Está editada por Penguin Random House y tiene como protagonista a una mujer que, como un ritual, año tras año viaja a la isla donde está enterrada su madre para visitar su tumba; un suceso que la transforma cada vez en otra persona.

En las últimas horas, el legendario autor de los aclamados Cien años de soledadEl amor en los tiempos del cólera está en boca de todos por nada menos que la sorpresiva publicación de En agosto nos vemos, de la mano del gigante editorial Penguin Random House.

Además, una de las figuras del boom latinoamericano en la literatura del siglo XX cumpliría hoy, 6 de marzo, 97 años. En su acervo literario se encuentran grandes éxitos como Crónica de una muerte anunciada y Relato de un náufrago, obras reconocidas a nivel internacional. Tanto que en 1982 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

"Fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea", explicaron en el comunicado los hijos del escritor, Rodrigo y Gonzalo García Barcha.

 

¿De qué se trata?

Escrita en el inconfundible y fascinante estilo de García Márquez, En agosto nos vemos es un canto a la vida, a la resistencia del goce pese al paso del tiempo y al deseo femenino. Un regalo inesperado para los innumerables lectores del Nobel colombiano.

Cada mes de agosto, Ana Magdalena Bach toma el transbordador hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace. Esas visitas acaban suponiendo una irresistible invitación a convertirse en una persona distinta durante una noche al año.

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Comienzo del libro

Penguin España publicó un fragmento de las primeras páginas, al que podés acceder a través de este link.

Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directa a un modelo viejo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de amigo y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos que lo burlaban con pases de torero. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido. 

El conserje la esperaba con la ficha de inscripción lista para firmar y las llaves de la única habitación del segundo piso que daba a la laguna. Subió las escaleras con cuatro zancadas y entró en el cuarto pobre con un olor de insecticida reciente y casi ocupado por completo con la enorme cama matrimonial. Sacó del maletín un neceser de cabritilla y un libro intonso que puso en la mesa de noche con una página marcada por el cortapapeles de marfil. Sacó una camisola de dormir de seda rosada y la puso debajo de la almohada. Sacó también una pañoleta de seda con estampados de pájaros ecuatoriales, una camisa blanca de manga corta y unos zapatos de tenis muy usados, y los llevó al baño.

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