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¿Por qué escasea el papel en la industria editorial?

El faltante de este insumo es una constante ola de problemas que las editoriales más pequeñas surfean como pueden. ¿A qué se debe esta crisis para imprimir los productos editoriales?

La intensa crisis en la industria editorial en Argentina está enmarcada en un contexto mundial, derivada del desabastecimiento y el aumento del precio en el papel para la impresión de los libros. La historia del faltante del papel es una constante de larga data, y los motivos son múltiples. Particularmente, a nivel nacional, la producción se concentra en dos productores: Ledesma y Celulosa, que, por ser los dueños oligopólicos del mercado, fijan el precio sin represalia alguna.

La Cámara Argentina del Libro (CAL), que nuclea a unos 500 editores, distribuidores y librerías, denunció en repetidas oportunidades la "falta de papel" en el país. De hecho, por ello el lema del primer Congreso Nacional de Libreras/os y Editoras/es en la Ciudad de Resistencia, Chaco, celebrado a fines del 2022, fue: SIN PAPEL NO HAY LIBROS Y SIN LIBROS, NO HAY LIBRERÍAS.

De acuerdo a los sondeos entre las empresas editoriales, que realizó la CAL, desde el año 2021 el papel viene subiendo su precio muy por encima de la inflación, y ese año la duplicó. En 2022, el papel ilustración, que se utiliza para las tapas de todos los libros y en la mayoría de los interiores de los libros infantiles, tuvo un incremento interanual de cerca de 300%. Por otra parte, el papel nacional para interiores de la mayoría de los libros, tuvo aumentos superiores al 120% en los mismos meses.

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El editor de Godot, Víctor Maulumián, nos da una pista sobre los valores tangibles del costo de producción y distribución: “En abril de 2021 —el costo del papel— por 2000 ejemplares era de $94. En enero de 2023, por 2000 ejemplares es de $425”. 

Al ritmo en que todo aumenta y, en un contexto donde el sueldo del potencial consumidor sufre ajuste tras ajuste —los aumentos ya no existen como tal, solo las actualizaciones—, un lector compra ahora un libro en lugar de dos, o elige el atajo de la descarga ilegal por internet.

Este aumento está invariablemente sujeto a otras razones de orden más internacional. En países con mercados más desarrollados, la variable de ajuste es el precio del libro. En España, por ejemplo, el precio medio de un libro entre los años 2008 y 2019 no llegó a subir ni 1 euro, y se espera que solo en 2023 suba entre 2 y 3 euros, cuanto menos. También, a raíz del crecimiento repentino del e-commerce durante la pandemia por covid-19, la pasta se reserva principalmente para generar cartón para las cajas de envío.

El problema en Argentina afecta en una forma más severa a raíz de un mercado más débil, en el que muchas editoriales independientes y medianas no puedan producir aquello que tenían proyectado, viéndose obligadas a reducir tiradas, sacar menos novedades e invertir mucho más tiempo en la búsqueda de maneras de reducir costes, en los negocios más convenientes con imprenteros, papeleras y todos los trabajadores involucrados en la cadena de producción del libro. Además, la participación en las ferias de editores y de libros se tornó crucial para una venta directa que permite ahorrar los costos de distribución y puntos de venta.

 

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Según el informe de la CAL, esta situación genera que la incidencia del papel como materia prima en el costo de un libro haya superado el 50%, cuando históricamente estaba en torno al 30-35% del costo de producción. Es decir, la materia prima de un libro físico es hoy más costosa que el trabajo de los autores, editores, correctores, diseñadores, traductores, así como del proceso industrial que aportan imprentas, laminadoras y encuadernadoras. Este escenario inédito provoca que toda la cadena de valor resigne utilidades en favor de los grandes grupos concentrados que producen papel en el país y algunos pocos importadores de papel ilustración.

Cilindros de una imprenta en funcionamiento.
Cilindros de una imprenta en funcionamiento.

Más allá del precio, los faltantes continuos de papel desestabiliza la planificación de la producción, y no mantiene activos los fondos una vez que las tiradas iniciales se agotan. Cabe mencionar que el desabastecimiento es desigual, ya que las PyMes editoriales tienen más problemas en acceder a la compra que los grandes grupos editoriales. Los pequeños editores se ven obligados a aceptar cualquier precio que se fije, incluso papeles de menor calidad porque, sino, es imposible producir y mantener activas las empresas. En consecuencia, se vuelven menos rentables, la producción tiende a menguar y la bibliodiversidad se ve amenazada por la imposibilidad de producir constantemente tanto novedades como reimpresiones, lo que vacía a las librerías de libros y concentra la oferta en unas pocas manos.

Por último, es imprescindible destacar que, como siempre, las periferias resultan las más vulneradas en las problemáticas que atraviesan a las principales ciudades. En las provincias, fuera de Buenos Aires, la discontinuidad en las ediciones es aún más grave, puesto que el abastecimiento es menor, los precios más inaccesibles y la oportunidad que arrojan las ferias organizadas durante todo el año no llega; el viaje y la estadía de los editores y su equipo también implica una inversión mayor.

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