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Felicidad en alemán se dice Die Toten Hosen

A treinta años de su primer show en la Argentina, los alemanes volvieron con la excusa de celebrar el aniversario y para renovar los votos de amor con el público local que excede cualquier adjetivación.


Foto: Télam

 

Casi cincuenta años atrás, el movimiento punk -que no se limita a lo musical sino que se extiende a lo contracultural, social y filosófico- advertía que no había futuro en un desesperado grito nihilista. El sábado 22 de octubre Die Toten Hosen lo confirmó. “Tras dos años horribles por el coronavirus, todos los Estados de todos los países demostraron que son una mierda”, decía en medio del show en Obras Sanitarias un Campino enojado con el mundo y feliz de poder decirlo un poco en castellano, un poco en inglés, frente a una audiencia enardecida.

El cantante, oriundo de la ciudad alemana de Düsseldorf, sigue manteniendo a sus sesenta años el saltito clásico en redondo sacudiendo pelos y sin perder la sonrisa mientras canta. La audiencia acompañó cada letra a los gritos en la lengua de Goethe y es en este punto donde se entiende esta estrecha relación entre las partes: DTH escupe en cada tema su férrea postura antifascista, multicultural, antirracista, revelando una realidad en crisis ¡desde siempre y para siempre! De ahí, quizá, el estado perenne del punk: siempre va a estar todo mal y siempre habrá una banda punk que lo grite a los cuatro vientos, en dos minutos, palo y a la bolsa.


Foto: Télam

Ya calentaba la noche del sábado previa a la salida con un estadio repleto de fans que coreaban cada tema de Flema, Violadores, Attaque 77, Ramones, lo que fuera para advertir lo que fue una entrada triunfal de la banda con sendas banderas que recordaban su primera vez en la Argentina y su postura política frente al Estado opresor. Abrimos un primer paréntesis: desde el jueves, la verdadera previa fue en el Strummer, el bar palermitano propiedad de los Attaque 77 Leo de Cecco y Luciano Scaglione, donde fans alemanes que sigue a la banda por el mundo y argentinos se mezclaban en una alianza regada de cerveza y salchichas en el Punk Rock Lunch.

Mientras se continuaban sin respiro las canciones, se podían apreciar dos escenarios: el real arriba de las tablas con cinco tipos que no paraban y el de abajo, donde el pogo, ese baile roto de unión tribal, se hacía lugar hermanando a jóvenes -y no tanto- y un mosh donde sobre todo las chicas volaban acrobáticamente con los brazos al aire y cayendo con gracia al espacio entre las vallas y el escenario recibidas con amabilidad por los hombres y las mujeres allí apostados (también acercaban agua a quienes estaban más cerca) y ver a esas chicas saltar felices mientras volvían a su lugar en el campo mientras la gente las saludaba y vivaba por su destreza, era parte de la fiesta.

Otro detalle: DTH tiene una ploma, una chica muy joven que los asiste profesionalmente y con la seriedad de quien sabe que su trabajo es la precisión. Vayan desde estas líneas vítores a ella.

Los temas se sucedían entre los comentarios de Campino, “Estoy estudiando español pero still is shit. Te quiero, Buenos Aires”, o las del guitarrista Breiti que lo habla muy bien y dijo muy sentidamente en medio del concierto: “Esta visita nuestra a Argentina tiene una particularidad que nos entristece mucho: ya no está nuestro amigo Pil con nosotros”. Una ovación -y un sentido ahogo de su parte- no le permitió continuar y arremetieron con “Más allá del bien y del mal”.



Foto: Télam

“Porque este juego es
Lo que siempre fue
Una bota pateando
El tablero de ajedrez”, cantó Campino acompañado por la audiencia toda.

Breiti se acercó al micrófono y contó la gran anécdota de la noche: “Cuando vinimos a tocar en River con Ramones, Iggy Pop, A77 y Dos Minutos, al día siguiente hicimos un show en Dr Jekyll. De repente vemos que sube Iggy Pop al escenario y nos pide hacer un tema juntos… ¡Ahí nos dimos cuenta que no sabíamos ninguno! Así que desde entonces ensayamos las canciones de Iggy Pop por si vuelve a ocurrir”. “The Passenger” sonó tan estridentemente que agradecimos el sangrado de los oídos.

¡Qué lindo el reggae punk de “Laune der Natur”! ¡Qué lindo cuando Campino habló de la canción escrita a su hijo y obligó a un tímido adolescente a asomarse al escenario! Volvieron a recordar a Pil Chalar con “Iván fue un comunista” y “Uno, dos ultraviolento”, más un rabioso “Wünsch dis was” y los clásicos “Hier kommt Alex” y “Bonnie & Clyde”. Y vaya aquí otro paréntesis: tanto “Uno, dos ultraviolento” como “Hier kommt Alex” refieren a La naranja mecánica, el libro de Anthony Burgess llevado al cine por Stanley Kubrick. Bien. ¿Qué vemos en esta particularidad? Los Violadores, Pil, DTH, Campino concluyeron que el planteamiento del libro y la película, se reducen a que en una sociedad ficcionada en libertad y perfectamente organizada, la única forma de ejercer ese libre albedrío es a través de la violencia. Pero la violencia entendida como respuesta a una imposición verticalista.
 

“Hey, hier kommt Alex!
Vorhang auf für seine Horrorschau
Hey, hier kommt Alex!
Vorhang auf für ein kleines bisschen Horrorschau”. (“¡Hey, aquí viene Alex!/Se levanta el telón para su espectáculo de terror/¡Hey, aquí viene Alex!/Se levanta el telón para un pequeño espectáculo de terror”).
Cerramos paréntesis y volvemos al show.

Y sí, como el primer día, subió el Mosca de Dos Minutos para cantar todos juntos “Ya no sos igual” y surgió la poesía, las flores entre la basura que encuentra el punk:

“Ya no sos igual
Ya no sos igual
Sos un vigilante de la Federal
Sos buchón
Sos buchón
Sos buchón
Sos buchón”.
“Danke, Die Toten Hosen”, le dijo el Mosca a la banda. Y a esta altura la alegría y la fiesta eran totales. ¿Cómo es que una banda alemana de escena punk underground vive este idilio eterno con fans de una país tan lejano en todo aspecto como el nuestro? ¿Cómo es que unos pibes en Valentín Alsina se armaban un grupo para escapar de la realidad y exponerla como absolución terminan siendo reversionados por esos alemanes? Es simple: el punk hermana. Se sufre y se canta. Es feliz y salta. Como Campino.

 

 

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